¿Qué ideas se cocinan en la cabeza
de quienes enseñan? , ¿Cuáles ideas son las que frecuentan con insistencia el
cerebro de los docentes en nuestro medio?, ¿El oficio -¿profesión?-, que en
suerte hemos escogido, nos hace vibrar?, ¿Buscamos, nos ingeniamos cómo introducir
cambios en lo que hacemos?, ¿Lo que hacemos en la cotidianidad del trabajo
escolar, es objeto de nuestro interés, reflexión y obrar personal, ya no como
simple ocupación laboral que nos toca?
Las anteriores y otras preguntas
posibles, auto-formuladas a boca de
jarro por cada quien, pudiera revelarnos el grado en que de verdad estamos
vivos o por el contrario, en que ya hemos empezado a estar muertos (en vida).
Hagamos un cierto corte en
nuestra cotidianidad laboral y contemplemos el salón de clase organizado en su
forma clásica, tradicional. Sillas tras sillas, en hileras y filas. Figurémonos
“dictando” los temas de la asignatura o área a nuestro cargo en la secuencia
dispuesta por la costumbre en los planes de estudio decimonónicos que
caracterizan nuestras instituciones; y los alumnos consignando aunque nada
entiendan. Y cómo sobre dichos temas, los educadores hablan. Disertan (…).
Ahora visualicémonos alterando esa
cotidianidad. Lo que ya sería un avance, una osadía de nuestro pensar. Y
proceder en consecuencia a organizar de otra manera el espacio del aula, es
concebir (en la cabeza, y en la práctica al tiempo) otro plano para la
interacción entre estudiantes y entre éstos y el docente (en primera persona) para
generar situaciones de aprendizaje. Es poner a jugar otras formas de actuación
y de relaciones para la gestión del conocimiento que involucra: Actividades,
preguntas, reflexiones, habilidades, operaciones, argumentos y arrimar a producciones
elaboradas, concretas, objeto éstas de la correspondiente evaluación. Lo cual
de otra manera, implica remitirnos,
centrarnos juiciosamente en el desempeño
desplegado por los estudiantes. Que ha de ser el objeto de la valoración
pedagógica.
En la sede central del
bachillerato, institución educativa Luis Patrón R., menor en cantidad a los dedos de una mano, se
tienen unos cuantos salones (para clases) que en vez de las sillas individuales
dispuestas en hileras y filas (como parte del control disciplinario asociado a
las construcciones panópticas de las que nos habla Michael Foucault), contienen
sillas sin brazos y mezas en torno a las
cuales se organizan los estudiantes.
Intencionalmente, de manera
expresa, uno de los docentes que trabaja en uno de estos espacios, el colega
Ángel Segundo Hernández Bermejo se ha propuesto, aprovechando esta diferencia
relevante, potenciar: 1.
Privilegiadamente el trabajo
colaborativo entre los estudiantes. 2. Abrir paso, con frecuencia gradada, a
actividades en las que se alternen los aportes individuales y colectivos,
incorporando a éstas las preguntas que movilicen la búsqueda de solución a problemas del contexto, la demostración
y constatación de datos que hacen parte
de conceptos determinados en orden a construir productos concretos,
elaboraciones, conclusiones puntuales.
Lo primero, fomenta el respeto
por la diferencia, educa en la tolerancia; permite valorar los aportes de los
otros y los propios, sopesar y organizar los argumentos, las ideas y, comunicarlas. De otra manera: Desarrollar la
racionalidad al tiempo que se gane en razonabilidad. Igualmente saber ser
asertivos.
Con lo segundo, se propicia explorar para comprobar y
constatar, construir, procesar, elaborar y concluir, arriesgando
prefiguraciones posibles, hipótesis, resultados.
Sin lugar a dudas, la clase se
airea. Las relaciones se tornan de una mayor horizontalidad. El conocimiento
como que se “gestiona” por los propios estudiantes. Y claro hay menos lugar
para la pasividad que todo lo espera de la boca del docente, cielo de la
escuela tradicionalista, lo que equivale a decir en lenguaje castizo, que se
reduce la posibilidad de que cunda el reino del fastidio, que a su vez es caldo de cultivo de la
insubordinación en forma de indisciplina.
Esta otra manera de perfilar la
clase, supone un abordaje diferente de la planeación de la clase que conlleva
un cierto margen de incertidumbre para la creación con base en la dinámica
propia de la las clase, por un lado, y
por otro, la planeación de las actividades y preguntas pertinentes a ser
abordadas por los estudiantes.
Son cambios necesarios, no
totales y de golpe. Parciales, poco a poco, pero con decisión; arriesgando
propuestas, ganando un activo: VIVIR muchas y diversas experiencias educativas.
No años haciendo lo mismo.
Al margen: No deja de ser
inquietante que, habiendo tenido la
institución la visita del SENA Sincelejo a través de un funcionario: “Líder de
articulación con la Media técnica”, en
los postreros días del mes de enero del año que corre, con el objetivo de
explicar y promover programas de titulación
en la modalidad técnica a partir del décimo grado de nuestra media académica,
que entre otras cosas sólo requería un día (en contra jornada) en la misma sede
central con instructor del SENA, y lograr prácticas con entidades “empresariales”
que contemplaran la correspondiente ocupación técnica laboral -pudiendo luego, los chicos continuar con el nivel
tecnológico-, para lo cual la
institución debía pronunciarse más
tardar en fecha anterior al 10 del mes de febrero que acaba de fenecer, mas sin mediar explicación alguna dicha
oportunidad tristemente se perdió. Se esfumó sin la menor gestión, que se sepa.
Ramiro del Cristo Medina Pérez
Santiago de Tolú, finales de
febrero - 2015