domingo, 1 de marzo de 2015



¿Qué ideas se cocinan en la cabeza de quienes enseñan? , ¿Cuáles ideas son las que frecuentan con insistencia el cerebro de los docentes en nuestro medio?, ¿El oficio -¿profesión?-, que en suerte hemos escogido, nos hace vibrar?,   ¿Buscamos, nos ingeniamos cómo introducir cambios en lo que hacemos?, ¿Lo que hacemos en la cotidianidad del trabajo escolar, es objeto de nuestro interés, reflexión y obrar personal, ya no como simple ocupación laboral que nos toca?

Las anteriores y otras preguntas posibles,  auto-formuladas a boca de jarro por cada quien, pudiera revelarnos el grado en que de verdad estamos vivos o por el contrario, en que ya hemos empezado a estar muertos (en vida).

Hagamos un cierto corte en nuestra cotidianidad laboral y contemplemos el salón de clase organizado en su forma clásica, tradicional. Sillas tras sillas, en hileras y filas. Figurémonos “dictando” los temas de la asignatura o área a nuestro cargo en la secuencia dispuesta por la costumbre en los planes de estudio decimonónicos que caracterizan nuestras instituciones; y los alumnos consignando aunque nada entiendan. Y cómo sobre dichos temas, los educadores hablan. Disertan (…). 

Ahora visualicémonos alterando esa cotidianidad. Lo que ya sería un avance, una osadía de nuestro pensar. Y proceder en consecuencia a organizar de otra manera el espacio del aula, es concebir (en la cabeza, y en la práctica al tiempo) otro plano para la interacción entre estudiantes y entre éstos y el docente (en primera persona) para generar situaciones de aprendizaje. Es poner a jugar otras formas de actuación y de relaciones para la gestión del conocimiento que involucra: Actividades, preguntas, reflexiones, habilidades, operaciones, argumentos y arrimar a producciones elaboradas, concretas, objeto éstas de la correspondiente evaluación. Lo cual de otra manera,  implica remitirnos, centrarnos juiciosamente en el desempeño desplegado por los estudiantes. Que ha de ser el objeto de la valoración pedagógica. 

En la sede central del bachillerato, institución educativa Luis Patrón R.,  menor en cantidad a los dedos de una mano, se tienen unos cuantos salones (para clases) que en vez de las sillas individuales dispuestas en hileras y filas (como parte del control disciplinario asociado a las construcciones panópticas de las que nos habla Michael Foucault), contienen sillas sin brazos  y mezas en torno a las cuales se organizan los estudiantes.

Intencionalmente, de manera expresa, uno de los docentes que trabaja en uno de estos espacios, el colega Ángel Segundo Hernández Bermejo se ha propuesto, aprovechando esta diferencia relevante, potenciar: 1. Privilegiadamente el trabajo colaborativo entre los estudiantes. 2. Abrir paso,  con frecuencia gradada,   a actividades en las que se alternen los aportes individuales y colectivos, incorporando a éstas las preguntas que movilicen la búsqueda de solución a problemas del contexto, la demostración y constatación de datos que  hacen parte de conceptos determinados en orden a construir productos concretos, elaboraciones, conclusiones puntuales. 

Lo primero, fomenta el respeto por la diferencia, educa en la tolerancia; permite valorar los aportes de los otros y los propios, sopesar y organizar los argumentos, las ideas y,  comunicarlas. De otra manera: Desarrollar la racionalidad al tiempo que se gane en razonabilidad. Igualmente saber ser asertivos. 

Con lo segundo,  se propicia explorar para comprobar y constatar, construir, procesar, elaborar y concluir, arriesgando prefiguraciones posibles, hipótesis, resultados. 

Sin lugar a dudas, la clase se airea. Las relaciones se tornan de una mayor horizontalidad. El conocimiento como que se “gestiona” por los propios estudiantes. Y claro hay menos lugar para la pasividad que todo lo espera de la boca del docente, cielo de la escuela tradicionalista, lo que equivale a decir en lenguaje castizo, que se reduce la posibilidad de que cunda el reino del fastidio,  que a su vez es caldo de cultivo de la insubordinación en forma de indisciplina. 

Esta otra manera de perfilar la clase, supone un abordaje diferente de la planeación de la clase que conlleva un cierto margen de incertidumbre para la creación con base en la dinámica propia de la las clase, por un lado,  y por otro, la planeación de las actividades y preguntas pertinentes a ser abordadas por los estudiantes. 

Son cambios necesarios, no totales y de golpe. Parciales, poco a poco, pero con decisión; arriesgando propuestas, ganando un activo: VIVIR muchas y diversas experiencias educativas. No años haciendo lo mismo.

Al margen: No deja de ser inquietante  que, habiendo tenido la institución la visita del SENA Sincelejo a través de un funcionario: “Líder de articulación con la Media técnica”,  en los postreros días del mes de enero del año que corre, con el objetivo de explicar y promover programas de titulación en la modalidad técnica a partir del décimo grado de nuestra media académica, que entre otras cosas sólo requería un día (en contra jornada) en la misma sede central con instructor del SENA, y lograr prácticas con entidades “empresariales” que contemplaran la correspondiente ocupación técnica laboral -pudiendo luego,  los chicos continuar con el nivel tecnológico-,  para lo cual la institución debía pronunciarse más tardar en fecha anterior al 10 del mes de febrero que acaba de fenecer,  mas sin mediar explicación alguna dicha oportunidad tristemente se perdió. Se esfumó sin la menor gestión, que se sepa.  

Ramiro del Cristo Medina Pérez


Santiago de Tolú, finales de febrero - 2015